lunes, 28 de septiembre de 2009

LoS OjOs DeL HoMbRe

Se sentó en el muro petizo, a esperar la salida del botija de la bicicleta.
Todos los días, mas o menos a la misma hora, se abrían los portones colorados, y salía el pibe , con el canasto rebosante de panes, haciendo equilibrio en esa chiva negra y bamboleante.
Se habían hecho amigos, y a pesar de que el pan no era su manjar preferido, a esa hora de la mañana, mmmmm el olorcito que salía por las rendijas de esos portones , anticipaba el crocante y crujiente ruidito de la corteza de esa flauta entre sus dientes.
Chiflaba la panza.
Se hacía agua la boca.
Y a pesar de tener mas o menos aprendidos los horarios, esos minutos, los últimos, antes de que se abriera aquel portón, no sabía por que maldita causa, siempre resultaban ser los mas largos.
La mirada perdida en un recuerdo, y un recuerdo queriendo ser historia.
Pero el oído atento.
Hacía mucho tiempo que no tenía un amigo, había descubierto que confiar, era demasiado peligroso.
Antes, había creído , había agachado la cabeza, había suplicado la caricia.
Había acariciado a su manera y había dado todo, también a su manera.
Nunca supo llorar con lágrimas, ni reír con risas, pero compartió cada segundo y entregó su destino sin pensar en futuros.
Y aquel día, no entendió bien porque, pero miró los ojos de su amigo y supo que algo iba a pasar.
Su amigo lo miraba , le decía …tranquilo… todo esta bien, vení … y el lo siguió , y creyó en esos ojos y creyó en esos gestos cotidianos, en esa mirada cotidiana, en esa caricia cotidiana, y creyó en su palabra también, cuando le dijo sentate acá, esperá que ya vengo…
El lo miró, aunque muy pocas veces lo miraba así a los ojos, y le creyó y obedeció y lo esperó sentado ahí hasta que se ocultó el sol.
Y se inquietó por el, cuando no regresó.
Y lo buscó en el aire.
Tuvo miedo por el.
Que le pudo pasar??
Comenzó a caminar, nervioso.
Todo era tan distinto ahí.
Pero supo encontrar el camino al hogar.
Y llegó, muchos días después, pensando como decir, como explicar que no supo cuidar de aquel que tanto amó.
Cuando por fin juntó el coraje de entrar al jardín, le costo asimilar lo que vio.
No quería entender…
No quería dudar…
No sabía llorar con lagrimas pero igual lloró.
Dio la vuelta sigiloso para no hacerse ver.
Su amigo estaba ahí y miraba con la misma ternura a otro ser.
Se sacudió el dolor.
Se sacudió el amor.
Y se fue por el mismo lugar que llegó.
Mas cansado.
Mas hambriento.
Y tan viejo como el tiempo.
Se fue perplejo porque descubrió que el único ser vivo en el mundo que te puede mentir mirándote a los ojos es el hombre.
Se abrió el portón, y chiflando la misma melodía  sin ton ni son, salió, como un misil el pibe en su bici, meta pedal… y al pasar por el muro petizo, le sonrió, mientras volaba por el aire aquel pan flauta que tanto esperó.
Brincó como un cachorro, a pesar de los años, a pesar de los huesos cansados, y chapó certero en el aire aquel pan, de un solo mordiscón.
Se acostó al solcito de la mañana, saboreando sin apuro, el desayuno.
Hoy es hoy. Pensó… mañana… se verá.
A lo lejos , aun se oían el chirrido de la cadena y la canción sin razón.
Sacudiendo las orejas, espantó su después, y su antes también, y se fue al trotecito lento , a buscar por los tachos de basura , su hoy.



viernes, 25 de septiembre de 2009

Las DoS OpCiOneS

A partir de hoy
levantaré los muros otra vez.
Cerraré las compuertas,
tapiaré las ventanas
y me quedaré a  resguardo
lejos de las  tormentas.
Donde nada me dañe.
Donde el viento no llegue.
Donde no llegue el frio.
Porque de nada sirve
que las nubes se aparten
para mostrarme
el resplandor del sol
por un solo segundo,
si al segundo siguiente
se enroscan sobre si,
llevándome consigo
al propio infierno.
Yo no quiero elegir
entre estar bien o  mal.
Yo no quiero tener dos opciones.
Solo quiero apoyar mi cabeza
en la almohada y dormir
sin temblar.
Sin temor.
Sola.
En paz.
Dentro de mi rincón.

domingo, 20 de septiembre de 2009

De CoLoReS

Mientras cae la tarde la plaza va cambiando sus colores
y se tiñe de rojo.
Se encienden sus focos de improviso,
entrecruzando sombras.
También en  algunas ventanas y  vidrieras,
comienzan a encenderse las luces,
porque el sol ya se oculta más allá del camino,
detrás de unos árboles, que de tan lejanos
asemejan   recortes.
Algunos  comerciantes se demoran al cruzar por la plaza.
Se sientan en los bancos, retrasando el regreso,
aspirando el aroma.
Otros pasan de prisa, dejando suspendida en el aire,
una estela de apuro.
Mientras las horas pasan,
la plaza va cambiando sus colores.
El último  vecino se despide del día
asomado a la puerta mirando descuidado
como un cusquito negro de orejas colgajudas,
se despide del árbol.
Se bajan las cortinas de la última ventana
y la plaza se duerme con las luces prendidas…
iluminando nada.