domingo, 20 de septiembre de 2009

De CoLoReS

Mientras cae la tarde la plaza va cambiando sus colores
y se tiñe de rojo.
Se encienden sus focos de improviso,
entrecruzando sombras.
También en  algunas ventanas y  vidrieras,
comienzan a encenderse las luces,
porque el sol ya se oculta más allá del camino,
detrás de unos árboles, que de tan lejanos
asemejan   recortes.
Algunos  comerciantes se demoran al cruzar por la plaza.
Se sientan en los bancos, retrasando el regreso,
aspirando el aroma.
Otros pasan de prisa, dejando suspendida en el aire,
una estela de apuro.
Mientras las horas pasan,
la plaza va cambiando sus colores.
El último  vecino se despide del día
asomado a la puerta mirando descuidado
como un cusquito negro de orejas colgajudas,
se despide del árbol.
Se bajan las cortinas de la última ventana
y la plaza se duerme con las luces prendidas…
iluminando nada.